martes, 10 de febrero de 2015

En las manos del río



De la desaparición de Anika se dieron cuenta cerca del mediodía, para entonces yo había estado haciendo las tareas de costumbre en los horarios normales y era un día como cualquier otro en el campamento. Una de las coordinadoras que era quien la tenía a cargo recuerdo que se llegó hasta mí y me dijo que la cama de Anika estaba ordenada como la había dejado la tarde anterior y que hasta entonces no la había visto ni para el desayuno, le pregunté si no había dormido en algún otro lado quizá, o si podía ser posible que haya salido a caminar temprano y me contestó que toda su ropa estaba en su cabaña y que el último lugar en que la habían visto era en el balneario. Fuimos hasta allí y fui el primero en meterme en el agua fingiendo buscarla en el fondo ante la preocupación de su coordinadora de que se hubiese ahogado; tras de mí se metieron otros y otros y otros hasta que la preocupación se volvió casi una certeza de que estaba ahogada allí. Obviamente yo sabía que no era ese el lugar en que debíamos buscar si queríamos encontrarla pero dejé que alguien más arrojara la idea de que hubiese cruzado la muralla de piedras y nadase río abajo, entonces salimos de allí y comenzamos a caminar bordeando el río mientras algunos gritaban su nombre y otros conjeturaban sobre su suerte.
-Creo que un grupo debe buscar en los alrededores del campamento- dije antes de que todos siguiéramos alejándonos más y más-, puede que le haya sucedido algo y necesite ayuda y no así que esté en el agua como creemos. También puede que haya salido a caminar temprano sin haber avisado nada, todo puede ser, así que propongo que un grupo vuelva y espere en el campamento y otro salga a buscarla por el camino y sitios aledaños mientras nosotros seguimos un poco más adelante-. El grupo se dividió en tres y yo me quedé con quienes la buscaban a orillas del río.
A media tarde volvimos sin haber hallado nada. Todos ellos hablaban de que seguramente la verían en el campamento al llegar y solo yo sabía que no sería así; mientras ellos hablaban yo iba pensando el segundo paso a dar para no ser quien cayera en mi propia trampa: apenas regresar debía ir al pueblo a dar aviso a la policía de que un miembro de mi equipo se encontraba perdido. Llegamos y luego de escuchar atentamente el parte de quienes la habían buscado por los lugares indicados tomé la camioneta y fui al pueblo acompañado de la coordinadora principal de los ayudantes que teníamos a cargo; ella había estado hablando con todos y cada uno de aquellos que vieron a Anika la tarde anterior y todos señalaban a ese muchacho como al último que estuvo con ella, algunos hasta lo habían visto acostarse muy tarde esa noche y tener aun los cabellos mojados al hacerlo.
Yo solo escuchaba, no decía nada, nada opinaba, solo escuchaba y como mucho me arriesgué a decir que quizá si ese joven era su novio, como algunos decían, esa noche podía ser que hubiesen discutido y ella hubiese vuelto a casa de su abuela. Todas las hipótesis sobre dónde estaba esta niña hasta entonces eran válidas. Luego de arrojar esta idea de que quizá ella pudiese estar con su abuela la coordinadora decidió llamar a una de las mujeres que cuidaban a la anciana para evitar el escándalo en caso de ser así; esto de dar aviso a la policía debía ser el último recurso, como en un caso de desaparecidos, y no el primero. La comunidad era muy pequeña y nos conocíamos todos, nada malo solía suceder nunca salvo por aquella muerte jamás resuelta de la cajera del supermercado hacía años. Llegamos al pueblo y ella entró en la cabina telefónica de la estación de servicio para hacer la llamada, yo me quedé esperando sentado al volante mientras ella se anoticiaba de lo que yo ya sabía; en todo ese tiempo que tardó pensé y pensé cómo sería la mejor forma de recibir la noticia de que al final no se hallaba allí: si debía sorprenderme o preocuparme o solo no decir nada y manejar hasta el destacamento; opté por lo segundo, puse me mejor cara de preocupación y con muy pocas palabras le hice saber qué tanto debíamos hacer de aquí en más.
Fuimos al destacamento y dimos aviso a eso de las siete de la tarde. Volvimos con la policía al campamento y ellos nos organizaron para comenzar una búsqueda más intensiva que la ya hecha, hablaron con todos los que habían estado con ella esa tarde y noche y ya sabiendo que el último lugar donde fue vista era en el río se decidió bordear el mismo con la mayor cantidad de voluntarios posibles y buscar entre los altos arbustos en los alrededores por si cabía la posibilidad de que se hubiese accidentado fuera del agua. Para la tarde-noche llegaron los bomberos también y la gente del pueblo se sumó a la búsqueda; ya de noche todo el lugar estaba sembrado con luces de linternas y el viento acallado por los llamados a la niña-muerta: “¡Anika!”; se escuchaba por todos lados buscando una respuesta que jamás llegaría…

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